El otro día resalté lo feo que me parecía dimitir en Sevilla un Alcalde de Alcalá. Hoy se amplia el afeamiento a los alcalareños con su ausencia en el pleno dónde se hacía efectiva la renuncia. Una pena de oportunidad perdida para cerrar dignamente una etapa. Hombre, por supuesto que algún «palito» le habrían dado desde la oposición, pero imagino que también habría amabilidad y respeto en un acto solemne. Faltar al Pleno ha sido una falta. Otra cosa es que hubiera hecho una rueda de prensa antes en Alcalá o algo así. Pero nada. Tampoco.
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